domingo, 29 de junio de 2014

A la vuelta de tu nacimiento, tu muerte.



Te maté justo a la vuelta, del día que naciste. Sin poder comprender como era que había sucedido todo, solo emergieron sonrisas de las cicatrices, se apoderó de mi un jubilo que me adjudiqué con tanta fuerza, que casi me dejó ciega, y así con esa neblina frente a mi, decidí seguir caminando, sin correr, sin agitarme, sólo sintiendo como el olvido también me había dejado huellas, profundas y frías por crueles y atinadas.
La movilidad de mis pasos junto a mi mente laceraban mi cuerpo, ese que se sentía enfermo, enfermo de consecuencias perturbadas por falsas decisiones que rompían cristales maltratado por los años, envejecidos por los miedos y arrugados por el dolor profundo que sumaban mi existencia.
Me permití tanto y lo pensé tan poco, que aún hoy no encuentro ciertas piezas que considero elementales para este rompecabezas que soy yo misma. No podía creer a veces lo que mis manos tocaban y lo que mis ojos veían, de lo que estaba tan cerca, en lo que yo misma me movía…

Hablo en primera persona, porque esa primera persona que soy yo, hace eco con la tercera que en discordia se encuentra cuando frente al espejo las mascaras se caen y rebasan los rostros, donde el aire corta como una fina navaja, donde las ganas se mueren con cada parpadeo, porque el hecho de encender el automático no me garantiza ningún buen sabor de boca, porque las descargas me han dejado blandos los tendones de mis convicciones y fugaces mis deseos por febriles mis impulsos.

No puedo decir, ahora que nada pasa, porque ha pasado de todo, y en tan corta vida, y en tan prolongado tiempo, y entre lagrimas y risas, hago una pausa y me debilito al no poderme comprender en el mismo instante en que me pienso. Fue estúpido el arrepentimiento, en vano el intento, porque te maté de noche, te maté con la propia sombra de mi sonrisa, te maté y cual sin sentido sigo haciendo todo para que en el ultimo instante, respires.

jueves, 19 de junio de 2014

Drugs


 


 Llegó la hora azul, esa que habla de las emociones del mundo, la cual hizo un paréntesis en su rutina, convirtiendo el cielo en sonrisa, dando paso a la  lluvia que cayó seductora, con un tiempo aproximado de dos vidas hechas una, en un instante que jamás guardó pretensiones. Era difícil definir lo que sucedía, porque cada que pasaba era como un renacer en algo que no tenía raíces ni cosechaba frutos, sin embargo resultaba tan natural como la tierra que alimenta todo lo vivo. Eran los ojos lluvia, eran las gotas verdes, eran risas y goce. Era comprobar que lo eterno no existe, y dejar de aferrarse a lo divino, era ser tan mortal y atreverse a des-complejizar la existencia. Era salir del vacío en su apuesta constante. Era un día sin nombre, por cierto. 


viernes, 23 de noviembre de 2012

Simplemente descender...




Descendió de la manera más fútil e ingenua, no sabía lo que era caer desde tan alto, donde lo que dolía, emergía desde el alma que desapareció al unísono con las ganas eternas de volar, siempre inmensas e inalcanzables, pero ahora suyas. Recordó su pasado, uno a uno los milímetros sentidos, arraigados en las venas, inyectando fuerza fuera y dentro de sí.
La muerte disuelta en aguas tranquilas y benditas, y no por los santos inexistentes, sino por la misma naturaleza que las hacía renacer a cada instante.
Gritos, susurros, plegarias y unas ganas intensas de sobrevivir en lo indescriptible, en lo impalpable pero más vivo que el agua misma y sus posibles traiciones, que son arduas y severas como pocas cosas en el mundo visible.
Cayó lejos y lento, se levantó, sabiendo lo que seguía después, la nada que era su amante perfecto, como nunca jamás y siempre fiel acompañante.

sábado, 27 de octubre de 2012

Biografía del tiempo



Se quedó en la oscuridad, la luz de la vela que mantenía en la mesita de al lado fue lo que le rescató de las sombras, ubicadas en un momento tal, donde todo carácter de inquietud desapareció  sobre los chorros de la lluvia que estalló tras la ventana, que solo vio caer, y que  le impidió escucharse dentro de sí. 
Era evidente, estaba perdido, temblando del susto de no volver a contemplar su horizonte, como lo había hecho veinte años atrás, cuando el sol le pintaba sus mejillas y le sonreía con cada amanecer, nunca prestó oído para palabras que le llegaban del exterior, sino completamente ciego y cruel, le llegó a cuenta gotas la suma de lo que una vez logrado, bueno o malo, le llevó a ese callejón sin salida, del que todavía sigue dando vueltas en círculos pequeños pero inagotables, cada cual como eternos, en su estado más puro. 

jueves, 6 de septiembre de 2012

Hipnogónia




Nunca en su vida, había pensando que era tan fácil despegarse de su insomnio turbulento que le acosaba día tras día, hundiéndose en esos caminos intensos que jamás pidió, sin embargo, sustentaban su andar. No supo si en cada instante de esos estaba muriendo de apoco, dejando de lado todo lo que subvertía en sus adentros.
No le bastaba con imaginar, lo veía todo, así tal cual, como un enjambre de colmenas que aunque culpables, le liberaban lo peor de sus entrañas. Quizá esa mañana lo pidió, y le fue imposible recordarlo, solo sabía que había llegado el momento, se acostó y le dio la bienvenida. Dejó que le rodearan esas visiones inexplicables que recibía de manera violenta, rápidas, severas, vio que caía, dando vueltas en esa estática que le ahogaba sus propios gritos, sintió que rodaban lagrimas por sus mejillas, sin poder secarlas, sin poder siquiera tocarlas. Pedía ayuda a seres inexistentes, sabiendo que le hablaban, escuchaba carcajadas que venían del otro lado de ese túnel oscuro, que vislumbraba a lo lejos. Era más que morir, era más que sobrevivir a la guerra sucia en la que se encontraba. Una guerra que sin pedir, existía, que volvía ayeres y ahoras, sin un futuro preciso, inexacto en su desplomo.
Sin embargo, esa mañana se le sumó la caída más larga de toda su historia, y eso, sin ponernos a contar esa historia que se entregaba al mundo y que le dejaba en evidencia. Parecía que los temores arraigados ya no le desmantelaban el alma, ni siquiera en caricias arcaicas que hacía propias. Ahí era donde se reflejaban de la forma más libre, esas ganas de volar, de moverse al compás de la música que estaba produciendo sin saberlo, ese sonido fuerte, tan fuerte que le abandonaba simplemente para compartir su ligereza. Si… Ahora todo le era más ligero que ayer, a la misma hora y en el mismo lugar. Ese lugar sin nombre y con mucha resonancia, suyo finalmente.

jueves, 2 de agosto de 2012

Sueños etéreos.


Se despertó sabiendo que moriría, así tal cual su sueño etéreo, lúcido y precioso. Le abandonaron sus miedos al amanecer. Era tan grande la dicha de aquella mañana, que sabía nunca más la volvería a sentir, pues era algo único y efímero pero tan grande como el mundo que habitaba. Vagando sin rumbo, días atrás recorrió túneles oscuros y decadentes, sin desearlo, sin pedirlo, como si le hubiesen tomado la mano para ser participe de ello, negándose a las reminiscencias ahí ancladas en el viaje que emprendía.

La mente le sacudía las entrañas, su vida pasada hecha añicos tras su propia voluntad. Perpleja era su forma con la que bailaba al compás del viento que se filtraba tras el curso de la noche, una noche larga, sin tiempo, donde todo lo posible era y se avivaba con cada suspiro.

Sus brazos enraizados, podridos por el viejo placer que le causaban esos sonidos al moverse, queriendo abrazar la oscuridad que siempre le pertenecía menos en ese preciso instante. Se envolvió en el monologo absurdo que escuchaba, queriendo no escuchar nada más que el silencio, cuando era el más imposible. Porque se perdió en lo innecesario de sus pasos. Era tiempo de no pensar más en NADIE, de comenzar a construir pirámides a partir de sus propios pasos, sin la ayuda, casi siempre, torpe de algún ente por ahí, cercano.

Las lejanías eran lo propio, lo que le extasiaba sobremanera, pero no podía verlo, no sabía entenderlo, le apresuraba su futuro inexistente, del que se aferraba al compás del galope de ese caballo que le regalaron en su infancia.  No bastaban los gritos al cielo, mucho menos las palabras huecas, las sonrisas imposibles, la espera aberrante de la paciencia perdida tras el mismo espectáculo que se le mostro por años, ante sus ojos no había más que rabia, impotencia, violencia, maquilladas con frases cortas y podridas que simulaban una plática común y frecuente.

Saber que en la oscuridad es donde se ve más claro, no es nada fácil de comprender, pero insistía. Le llegaron conforme los días, frascos vacíos, perfectos para llenarlos con toda esa basura, la cual se había vuelto pegajosa y habitaba las paredes que le rodeaban. Nunca más, se comería su propio veneno, nunca más cercados sus límites, que ahora solo pedían ser desbordados.

Se cayó la noche, se congeló el querer, llegó a sus manos un boleto de NO-REGRESO, el cual tomó en su mano y se lo comió cual si fuera un dulce, tenía hambre de huida, y así lento pero seguro, comenzó a construir todo aquello perdido en el umbral de su conciencia.

viernes, 29 de junio de 2012

Fortunas heredadas



Para Ismael, que sin él, no se que tanto de mi sería posible.


 
Era una conmoción única lo que me provocaba ver las grietas que mostraban sus manos, con la fuerza que les caracterizaba. Eran idénticas a las de aquel viejo que tanto le había enseñado, aún incluso cuando postrado en su cama, se las sujetaba. Ante mis ojos nunca volvería a aparecer ese rostro con esa mirada opaca y esas lágrimas rodando sobre sus mejillas en el día aquel en el que se dijeron adiós. Y la dicha gigante que le pareció ser el testigo principal de sus últimos respiros, como la mejor fortuna heredada. Ahora tras los años que corren, esas manos siguen intactas, impregnadas de fuerza, negándose a lo imposible, en una lucha constante incluso en lo que está lejos e incomprensiblemente cercano, y dentro de las cercanías que se comprenden, estamos: él, yo, la misma vida y todo lo que dentro de ella se regenera tras esas nubes que como espuma, a veces simplemente desaparecen.