domingo, 4 de diciembre de 2011

La Guerra más fría de Ti.

Expuestos, como carne de cañón 
volvieron los rostros cadavéricos 
a posar sobre el alquitrán, 
no tenían porque seguir, sin embargo bailaban,
gritaban y sus gritos se volvían uno 
al compás de su pensamiento que en 
momentos se ahogaba 
débil y doloroso, agonico. 
Como quien pierde una guerra sin siquiera luchar 
por haber estado ahí, en el absurdo reflejo de la locura. 
La única manera de seguir 
era cuando los huesos al quebrarse 
sonaban música seductora 
que se infiltraba en los más oscuros placeres, 
era fácil encontrarlos muertos y resucitados 
en letargos profundos de días sin nombre y sin inicio, 
solamente con el fin como la nota principal de cada vida, 
que se perdía sin saber siquiera 
donde y cuando es que existía.

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