Sucumbir al estado fútil del desasosiego queriendo ensordecer la libertad
con baratos suplicios es morir de inmediato, es pensar que existes más allá del
sol por el solo capricho de serlo, y enceguecerte al instante con semejante
luminosidad, que nunca te ha pertenecido. El estado vacío del hombre está todo
el tiempo llenándose de falsos atardeceres otoñales cuando el verano todavía no
termina de florecer, bailando en la oscuridad que se agrava con las sombras
fétidas de los miedos. Cubrirse de lodo, embriagarse de obsesión y llorar tras
los acantilados es igual a flotar entre sombras con voces apagadas que
solo se estremecen al compás de los tambores de hojalata. Negarse a crecer
dentro de los jardines esmaltados por Alicia, cuidando no brincar para no caer,
es igual a quedarse dormido sin jamás soñar, colapsado por cargas eléctricas
haciendo corto circuito, paralizando el cuerpo, el molde partido a tajos, las
formas sordas, las manos quietas, en el estanque, bloqueando el agua, su curso,
su cadencia, con falsas promesas que no cumplirán nada terrenal, nada más
grotesco que el reflejo de Nadie dentro de la materia fundida en cenizas tras
los pasos de un agente aberrante y embrutecido.
Entre las falsedades de la geometría y la apertura a lo ilegal: secuencias, fragmentos, juegos de color, luces invertidas, óptica, elementos que componen un plano que cuando se tridimensionaliza se disuelve y como planicie, adquiere nombre propio:
jueves, 22 de diciembre de 2011
Volver
Volver y comerse los años, siguiendo cualquier camino, más
allá de los obvios y obtusos, donde el exterior sea siempre algo más que la
simple apariencia de la libertad.
domingo, 4 de diciembre de 2011
La Guerra más fría de Ti.
Expuestos, como carne de cañón
volvieron los rostros cadavéricos
a posar sobre el alquitrán,
no tenían porque seguir, sin embargo bailaban,
gritaban y sus gritos se volvían uno
al compás de su pensamiento que en
momentos se ahogaba
débil y doloroso, agonico.
Como quien pierde una guerra sin siquiera luchar
por haber estado ahí, en el absurdo reflejo de la locura.
volvieron los rostros cadavéricos
a posar sobre el alquitrán,
no tenían porque seguir, sin embargo bailaban,
gritaban y sus gritos se volvían uno
al compás de su pensamiento que en
momentos se ahogaba
débil y doloroso, agonico.
Como quien pierde una guerra sin siquiera luchar
por haber estado ahí, en el absurdo reflejo de la locura.
La única manera de seguir
era cuando los huesos al quebrarse
sonaban música seductora
que se infiltraba en los más oscuros placeres,
era fácil encontrarlos muertos y resucitados
en letargos profundos de días sin nombre y sin inicio,
solamente con el fin como la nota principal de cada vida,
que se perdía sin saber siquiera
donde y cuando es que existía.
era cuando los huesos al quebrarse
sonaban música seductora
que se infiltraba en los más oscuros placeres,
era fácil encontrarlos muertos y resucitados
en letargos profundos de días sin nombre y sin inicio,
solamente con el fin como la nota principal de cada vida,
que se perdía sin saber siquiera
donde y cuando es que existía.
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